- Vine - dijo ella - con la esperanza de que me desapareciese una fantasía hablando con usted.
- ¡No lo haga y trátela con amor! - Exclamó Hilarius vehementemente -. ¿Qué otra cosa le queda? Sujétela bien por su minúsculo tentáculo, no permita que los freudianos se la arrebaten con zalamerías ni que farmacéuticos se la eliminen a fuerza de pócimas. Sea cual fuere, cuídela con cariño, porque si la perdiese, por ese pequeño detalle sería usted como los demás. Y empezaría a dejar de existir.
Thomas Pynchon - La subasta del lote 49